Pensar en samurais es pensar en unos temibles y abnegados guerreros, diestros en numerosas técnicas de lucha, entre otras el manejo cuasi-perfecto del arco y organizados bajo un estricto código moral.
artículo en ABC |
La respuesta es clara y para muchos sorprendente, nosotros. A finales del siglo XVI, los españoles establecidos en Filipinas comenzaron a sufrir ataques de fuerzas militares llegadas de Japón. Con el fin de controlar estas invasiones, el gobernador español en Filipinas, Don Gonzalo Ronquillo de Peñalosa ordena al Capitán de la Armada Española Juan Pablo de Carrión realizar una expedición para poner coto a esta situación.
Carrión, al mando de una flotilla atacó a los japoneses, que disponían de un potente contingente de samurais, en lo que hoy en día se conocen como los Combates de Cagayán. Finalmente y tras desembarcar, un pequeño grupo de varias decenas de marinos e infantes de marina españoles consiguieron derrotar a un contingente de unos 600 samurais, ambos bandos estaban armados con fusilería, arcabuces, mosquetes y lanzas aunque en el combate cuerpo a cuerpo las espadas toledanas y la esgrima española se mostraron notablemente superior a las katanas y armaduras samurai.
La victoria española deparó la estabilización de la zona así como la persistencia de una leyenda llevada por los samurais supervivientes a Japón en la que se hablaba con respeto y temor de los Wo-Cou españoles, o peces lagarto, aquellos endemoniados seres, bárbaros en la mar y en tierra que atacaban a los samurais sin dar tregua y que habían llegado en unos extraños y negros barcos (galeones).
Samurais japoneses |
Este es el primer y único enfrentamiento documentado entre samurais y un ejército occidental y posiblemente uno de los últimos en los que se empleó el arco contra nuestras tropas por parte de un ejército organizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario